Semana con unas aguas apaciguadas a pesar de las amenazas de chubascos. A la postre, la lluvia y el viento no hicieron acto de presencia. La flota pesquera pudo faenar cómodo las cinco jornadas. Las extracciones han sido mediocres en todas las modalidades. Y las cotizaciones fueron al alza.
La pesca de arrastre, los cuatro bous subastaron gran variedad de pescados y mariscos de fondos medios, como calamar, gamba, pescadilla, salmonete, peluda, rape, caracol, galera, jurel, caballa, pagel, canana, pulpo roquero y morralla.
El cerco, el viernes 10 arribó una traíña nuestra con 150 cajas (8 kg/caja) de boquerón. El martes pilló 50 de seitó. Y el jueves 70 de ‘oro azul’.
Los artes menores, ocho barquitas trasmalleras llevaron langostino. Tres sepia. Una lenguado. Y otra langosta, bogavante, cabracho, dentón y raya. El palangrillo costero, dos embarcaciones faenaron con este arte de anzuelos para atrapar lubina, dorada y pargo. Y el atún rojo, los barcos que aún les quedan las cuotas optan por operar en otra pesquería y dedicarse a éste túnido más adelante.
Para las fiestas solo se guardarán los días 24 y 29 de junio.
Ecos de mar
La OMI declara todo el Mediterráneo como zona de control de emisiones de óxidos de azufre, con el objetivo de reducir los gases con efecto invernadero. Y propone que los buques a partir de 2025 disminuyan la emisión de este gas que lleva el fueloil, para formular que lleve 0,10 m/m de azufre en el combustible por aguas mediterráneas y fuera de estas zonas el 0,50 m/m.
Pesqueras antiguas; El palangrillo de costa
Ha sido y aún es un arte de pesca que dio sustento a muchos pescadores por nuestro cercano litoral, en especial para capturar lubina, dorada, sargo, lirio, etc. En realidad este antiquísimo aparejo tipo artesanal (pionero) es una variedad pequeña de los grandes y modernos palangres de altura o también llamados marrajeras utilizados por los grandes barcos oceánicos. Este confeccionado artilugio pesquero (se lo hacía el mismo pescador) consiste en una larga cuerda (madre) que era de cáñamo y ahora de nylon, en donde van sujetos unos sedales de hilo de algodón o de fibra artificial plastificada (brazoladas) a cierta distancia entre ellos, para que no se líen. Cada sedal lleva ensartado un anzuelo cebado con trozo de pulpo, sardina, almeja, gamba, etc., según el pez que se quiera atrapar. A ambos extremos de la madre se ata una sirga (cabestrera) a un pedral (mort) o áncora, para que repose fijo longitudinalmente sobre el fondo arenoso o rocoso. A su vez, las sirgas llegan hasta la superficie y van atadas a una baliza (gall) para su señalización. Si la madre es muy larga o se quiere mantenerla alzada en horizontal entre aguas, para que los cebos se muevan sobre el lecho marino o suspendidos en la corriente, se le ata a la distancia deseada unos cabos (bornois) que en su extremo tienen amarrado un corcho (boia), que bien puede en sentido vertical llegar o no hasta las superficies. Cómo se pesca por la noche, las balizas llevaban un cascabel o un farolillo para encontrarlas en la oscuridad. En cambio, ahora, con el radar y el GPS se detectan al instante. Para transportar el palangrillo a bordo y luego calarlo, su técnica consiste en colocarlo mañosamente en unas cofas de esparto o capazos pequeños de plástico preparados sobre la cubierta del barco, donde envuelven el cordel de la madre con los anzuelos alineados y dispuestos numéricamente por el borde de la cofa, para que al calar salgan uno tras otro sin liarse. Era y es una tarea ligera y hábil, donde el pescador a medida que la embarcación navega va largando el arte, y sus ágiles manos se sincronizan al lanzar cada anzuelo cebado, para no engancharse con sus dedos y al caer al mar quede bien calado en línea este primitivo utensilio de engaño. Después, se recoge (chorrá) antes del amanecer (alba). Antaño los izaban a bordo a mano, y actualmente con chigres o haladores mecanizados. Hace años lo operaba sólo un tripulante, y actualmente son dos. En primavera y verano suele pescarse más.