Luis Nieto Gallardo nació en Melilla en 1949. Ha formado parte del censo de la gran flota de cerco vinarocense, que tuvo su esplendor en los años 60. Por el contrario, y a la postre, también ha sido un ejemplo (junto a su familia) del ocaso de la pesca en nuestro puerto.
Sus padres, Francisco, de profesión pescador como especialista botero de faroles, y María, que ejercía de labores de modista. Tiene una hermana menor, Encarna. A los ocho años de edad quedó huérfano de madre, e ingresó interno en un colegio-convento melillense de monjas, durante cuatro años. A los 12 años de edad fue a vivir con una tía en Cabo de Gata (Almería). Allí estuvo, en aquellos tiempos, dos años trabajando de niño en una jábega, que era un arte de pesca que se calaba partiendo con una pequeña embarcación bogando desde la playa, para hacer una especie de semicírculo en el mar. Luego volvían atracando otra vez con el bote a la orilla y cobraban la red tirando con la fuerza de los brazos y el cuerpo, hasta sacar el copo sobre la misma arena con todo el pescado capturado en su interior. Tras recogerlo y clasificar los peces, y posteriormente los enseres y aparejos, faena que les llevaba desde la salida del sol hasta casi media mañana, los armadores le pagaban sólo con unos cuantos pescados, y que luego él vendía junto familiares por el vecindario. A la edad de 14 años se viene con su padre al Grau de Castellón, para enrolarse de marinero tres campañas a la pesca del cerco tras la sardina y el boquerón, viviendo a bordo como si fuera su casa, o sea, entonces aún se cocinaba con carbón, se lavaban la ropa y la tendían al sol en el mástil y las jarcias, para la noche dormir en el catre y literas del sollado bajo la proa. Después recala por Vinaròs al haber mucha flota de la llum y se embarca con el cerquero ‘Pepito’ faenando por el litoral de Ibiza y venir con venta aquí. Luego se enroló en Tarragona, Valencia, Gandía y Jávea unas campañas con barcos de arrastre. En 1969 es requerido a filas para hacer el servicio militar. Tras la instrucción en Cartagena, al ser un poco alto de estatura, lo cogen como voluntario-forzoso para Policía Naval, siendo destinado en el Ministerio de Marina a Madrid. Tuvo que aprender a marchas forzadas defensa personal y judo, para misiones de vigilancia y guardias. En un control a la puerta de entrada, un atardecer un coche quería acceder a un lugar prohibido, a lo que Luis le requirió al chófer que no era posible. Como se empecinó en querer pasar, Luis desenfundó el arma, pero la cosa no fue a más. Al final resultó que el conductor del vehículo era un teniente, y tras oídas a los mandos superiores, le dieron a Luis un permiso de dos semanas por ejercer bien su cometido. Tras 18 meses de mili regresa a Vinaròs y junto a su padre alquilan una vivienda en tierra para estar ya estables. Se embarca con la traíña ‘L. Rosa’ una temporada. Luego va al bou en S. C. de la Rápita con el ‘J. Carmen’ medio año. En una salida a pescar en un día de mistral, los fuertes aires comenzaron a azotarlos de popa. Cuando quisieron dar la vuelta para regresar el vendaval fue a más, por lo que no pudieron, de manera que navegaron empopados toda la jornada y llegaron a la isla de Mallorca. Ante la fuerte marejada, a duras penas pudieron enfilar la entrada al puerto natural de Andraix. Regresa para enrolarse con los cerqueros ‘A. Gombau’, ‘Diana 1º’, ‘C. Roca’ y ‘C. Paqui’ unas temporadas. A Luis siempre le ha tirado el remendar con aguja e hilo las piezas y redes de malla de la traíña, de manera que se pasaba bastantes ratos sobre la cubierta o el asfalto de los muelles cosiendo. Y también del bou remendando las bandas y hacer los pies con los cabos en las trenzas, etc.
Tras cortejar con Nieves Espejo Sánchez, se casaron. Y fruto del feliz matrimonio han tenido seis hij@s, Mari Nieves, Francisco, Luis, Salvador, Encarna y Ana Bel, quienes les han dado ocho preciosos niet@s.
Dos de sus hijos comenzaron siendo pescadores, pero cambiaron pronto de profesión.
Decide cambiar a la marina mercante y va un año de marino-tripulante en el buque portacontenedores ‘B. del Mar’ en Tarragona, con recaladas en las islas Baleares y Canarias. En estos viajes igualmente ocupó la plaza de marmitón, que consiste en ser ayudante de cocina y mozo de compras en los puertos donde entraban. Regresando a la península procedentes de Tenerife, a la altura de la ciudad marroquí de Agadir, sufrieron una tempestad de viento con mar de norte, y tuvieron que capearla durante 24 horas seguidas yendo con los motores lentos avante y aparentemente sin moverse del sitio. Las andanadas de olas que parecían montañas se embarcaban por la proa sumergiendo el buque como un submarino, para volver a emerger lentamente a duras penas, no sin antes perder algún contenedor, pues la fuerza de los mares de agua rompía los amarres de la carga sobre cubierta. Ahí tuvo que aportar su granito de arena, ya que únicamente permanecieron en el puente de mando al pie de la rueda del timón, el capitán y el segundo, el resto de tripulantes yacían abandonados en sus camarotes totalmente mareados, y él solo se encargó yendo de un compartimiento a otro, de suministrar durante todo este peligroso periodo de tiempo con temporal los alimentos y cafés a los de guardia. Vuelve a Vinaròs y embarca con el ‘Azur’ y ‘Cristóbal’ al arrastre durante un año. Acto seguido parte con el arrastrero ‘H. Fresquet’ para faenar por el litoral de Marruecos, con recaladas y pernoctaciones en la costa norteafricana como Casablanca, Tánger, Alhucemas, etc, e ir con venta a Algeciras, una temporada. A bordo, los trabajos de pescador normal los combinaba con las faenas de ranchero para la tripulación. En una travesía por el Estrecho, de pronto les cogió navegando una tormenta de levante cuando estaba haciendo la comida. Tenía el caldero bien trincado sobre los fogones haciéndose con el pescado dentro, y un gran oleaje elevó la proa del barco para caer incrustando la recia madera de la roda en otra gran ola. La sacudida fue enorme, y el pescado del interior del caldero saltó todo fuera esparcido por la cocina como si estuviera vivo. Ahora se embarca con los barcos locales de arrastre ‘Gomten’ seis años y el ‘Cristóbal’ otros tantos. En un regreso de pescar tenían que entrar en Benicarló, era la estación otoñal en que había una gota fría, donde tuvieron que sortear cinco enormes trombas marinas con vientos huracanados que se llevaba todo lo que no estaba bien trincado, para sortear las mangas como pudieron y embocar la dársena portuaria. Con la ‘D. Ferrá’ va nueve años más. En su labor diaria como pescador, también se prestaba en realizar empalmes con recios cables y cuerdas alambradas. Cambia con el trasmallero ‘Binalaros’ un año, para calar y pernoctar por el archipiélago de las Columbretes una campaña. Y finalmente, en 2003 se enrola con el cerquero ‘V. Gil’ durante tres temporadas hasta jubilarse a los 58 años.
Luis, como su mundillo laboral siempre ha sido el mar, desde joven ha tenido la afición de pescar desde la borda del barco con lienza a la lubina, y de vez en cuando ha efectuado buenas extracciones, no sin perder a cambio algunas horas de sueño. También disfruta con un botecillo recreativo atrapando sepia a la ‘femella’ y con ‘pajarito’. Atrás quedaron otros tiempos en que se podía calar por hobby cuatro piezas de trasmallo para capturar pescados y mariscos con que ayudar al sustento familiar. Ahora, solo le resta en bajar por el muelle y de vez en cuando echar una manita a sus compañeros, y como no, el comentar anécdotas o alguna de tantas vicisitudes pasadas en el mar.